LOS REYES MAGOS, EXPERTOS EN REGALOS

El ambiente de la Navidad nos envuelve por completo. Se acercan días llenos de mensajes, de símbolos, de sentimientos que se resumen en fiestas familiares llenas de paz y esperanza y se materializan también en los regalos. En cualquier momento son siempre bienvenidos, pero los Reyes Magos son los que la tradición española sigue teniendo como sus principales valedores. Quizás a veces nos falte valorar en profundidad el significado verdadero del regalo. Recuerdo que leí la frase de un arzobispo de un país americano, donde también se celebran los regalos de Reyes, que lo definía como “el don de uno mismo para que el otro sea feliz”. Una bonita definición ¿no os parece?

La fiesta de los Reyes Magos, la cabalgata, que recuerda su periplo desde el lejano oriente se celebra con enorme expectación en muchas ciudades y pueblos de España desde el año 1885. Los Reyes Magos se merecen este despliegue porque en su largo viaje a Belén y en sus regalos se descubre que su veracidad y “calidad” supera con creces otras figuras míticas como pueden ser Papa Noel, la Befana o Santa Klaus. El origen de los Reyes Magos no es una leyenda ni una fantasía. Está descrito en el Nuevo Testamento, concretamente en el Evangelio de San Mateo. Su imagen adornada después con detalles imaginativos que no desfiguran la realidad, los presenta como sabios cuya sabiduría proviene precisamente del reconocimiento de la divinidad de Jesús. 

Se menciona a los Reyes Magos en los escritos de Tertuliano que los llamó ya con el nombre de Reyes en el siglo III y los encontramos en los códices medievales o renacentistas de larga tradición. En la Biblioteca Nacional de España está el “El auto de los Reyes Magos” del siglo XII, el texto más antiguo que se conoce en la lengua castellana. Los Reyes llegaron desde las tres partes del mundo conocido hasta entonces: Europa, Asia y África, guiados por una estrella deslumbrante. Sus regalos tenían el valor del amor y la sabiduría para acertar en su significado y ofrecieron a Jesús oro como Rey del universo, Incienso como Dios y Mirra como hombre. 

El culto a los Reyes Magos se extendió por toda Europa en parte vinculado a sus reliquias que se encuentran en la catedral de Colonia. Su último viaje empezó en el año 300 de nuestra era cuando la emperatriz Elena, madre del emperador Constantino, buscaba en los Santos Lugares los restos físicos de la fundación del Cristianismo. Según los datos históricos fue en Saba donde pudo reunir los restos de Melchor, Gaspar y Baltasar y ordenó su traslado a Constantinopla, la actual Estambul. 

En el año de la Segunda Cruzada, el Obispo de Milán, San Eustorgio, visitó al emperador Constantino para pedirle su “placet” sobre su nombramiento como Obispo y el Emperador le dio como regalo las veneradas reliquias de los Reyes Magos que, en medio de un accidentado viaje, las llevó a Milán. Cuando en 1164 el Emperador del Sacro Imperio Germánico Federico Barbarroja en sus guerras de conquista entró en esta ciudad italiana, se las llevó a Colonia protegidas por unos enormes medidas de seguridad. 

Es ya un hecho histórico que las reliquias fueran trasladadas a Colonia en 1248, lo que dio paso al inicio de las obras de una maravillosa catedral que ha estado siempre a la altura de este tesoro que se encuentra en su interior en un relicario de delicada orfebrería que tiene forma de basílica y que mide 2´20 metros y pesa 350 kilos, de oro y piedras preciosas. La tradición siempre ha mantenido que en su interior reposan Melchor, Gaspar y Baltasar en tres cajas forradas de terciopelo y brocado. 

Pronto las fiestas navideñas nos darán la ocasión de imitar a los Magos en el gesto de acierto y generosidad que nos muestran con sus ofrendas. Ellos supieron abrir sus corazones a la novedad del nacimiento de Jesús y a ellos fue revelada la impresionante noticia del Dios hecho hombre. Sus regalos fueron un prodigio de amor y oportunidad. Por este motivo en muchos ambientes cristianos se les considera protectores de viajeros y peregrinos a causa de la rapidez y el éxito de su viaje a Belén. 

Ahora, salvando las distancias, solo nos queda programar nuestros regalos también con eficacia y amor para que en esta fiesta los pequeños sean muy felices… y los mayores también.