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MODA Y MODERNIDAD

OPINIÓN, Septiembre 2014
por Josefina Figueras | Nº 94
Street style
Street style
Moda en el siglo de oro
Moda en el siglo de oro

Septiembre, con su complicidad con el otoño, es un mes capital para la moda. Es el momento de meternos a saco en las nuevas tendencias, conocidas ya desde meses anteriores, pero todavía sin el compromiso de saltar a la calle y sondear los resultados de sus propuestas. También es un buen momento para proponernos adoptar una actitud equilibrada ante la moda de acuerdo con las dimensiones que ha adquirido este fenómeno en la sociedad contemporánea, totalmente enraizado en la vida y las costumbres.

Una cuestión imprescindible. ¿Ha acompañado la moda a la persona desde siempre? De hecho podemos constatar una gran afinidad entre moda y modernidad como consecuencia del prestigio que “lo nuevo” adquiere en las sociedades modernas frente al prestigio de “lo antiguo”, propio de las sociedades más tradicionales. 

Esta realidad hace que los historiadores señalen la aparición de la moda, como la entendemos hoy, a mediados del siglo XIV, cuando nace la pasión por el cambio y el valor del presente se sitúa por encima del valor de la tradición, todo entroncado con una nueva cultura cortesana y caballeresca que muestra su interés por las fiestas, la fantasía y la creatividad desbordante. 

A partir de ahí se abre un recorrido de 5 siglos durante el que aparecen paulatinamente costumbres sociales y también individuales vinculadas a las novedades. A la moda la vemos como árbitro de distinción de clases sociales y como estandarte de profesiones diversas, hasta que a principios del siglo XX los artesanos de la moda consiguen cambiar su status, aspiran a convertirse en artistas y los de mayor prestigio firman ya sus creaciones como si fueran obras de arte. 

La moda se introduce plenamente en la modernidad con la aparición del “pret a porter” en los años 60 del siglo pasado. Se abre paso entonces a una moda más asequible y democrática con mayores posibilidades de ser considerada una expresión de identidad personal. Si la Alta Costura insuflaba tendencias e ideas desde arriba, cuando la moda toma el pulso de la calle, salen desde abajo con su pujante street-style y sus cazadores de tendencias y se difunden desde los grandes centros productores de moda. 

En pleno siglo XXI podemos hablar de la moda, no solo en relación con los cambios sociales, sino también con los estilos de vida. Moda y modernidad forman una unión más fuerte que nunca. La tensión entre individualidad y sociedad configura los estilos de vida en los que la moda está totalmente inmersa. El tránsito de la categoría de clase a los estilos de vida es un aspecto que revela una vez más la modernidad de la moda. 

Precisamente lo que llamamos “estilo” es el modo que tiene una persona de resolver la relación entre individualidad y sociedad. Pero ¡cuidado! La moda no es sólo un proceso estético de “asimilación” social, de la necesidad de sentirse parte de un grupo, sino también de “distinción” individual dentro del grupo. No hay que desentonar de los demás pero la asimilación no debe ser total de modo que comprometa a la propia individualidad. Muchas veces hemos leído en medios de comunicación los berrinches de algunas “celebrities” al encontrarse en un evento importante con una persona que lleva el mismo vestido… 

Se pueden dar fallos de estilo cuando se intenta remediar la falta de sociabilidad vistiendo modelos extraños a la propia personalidad, dando lugar a lo “hortera”, una especie de “quiero y no puedo”. Pero hay también fallos de estilo por deficiente individualidad, al sujetarse a ciegas a los dictados de la moda y dando lugar a la “fashion victim”. 

En este contexto se impone reflexionar serenamente para adquirir una actitud equilibrada ante la moda. En general para conseguirlo hay que saber distinguir lo cambiante de lo no cambiante, lo lúdico de lo serio, lo coherente de lo “conveniente”. El vestido representa entonces un lenguaje que expresa externamente una actitud interior y no se convierte en un disfraz que oculta la propia personalidad sino que la muestra de una forma clara y adecuada. Es cuando pacta con realismo con un estilo de vida que engloba unos compromisos sociales, un gusto y unos valores.
Los años 60
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