EUGENIA DE MONTIJO, EMPERATRIZ DE LA MODA
OPINIÓN, Junio 2021Eugenia de Montijo
Eugenia de Montijo
La primavera del 2021 ha querido resarcirnos de noticias inquietantes con otras que abren un mundo de ilusión y romanticismo. El día 22 de mayo fue la boda de Carlos Fitz-James y Belén Corsini en los floridos jardines del Palacio de Liria de Madrid, y pocos días después el histórico palacio de los Alba adquiría un nuevo protagonismo con la inauguración de un recorrido temático dedicado a la emperatriz de Francia Eugenia de Montijo, con motivo del centenario de su muerte, precisamente en este mismo palacio el 11 de julio de 1920. Esta apertura al publico se ha convertido en un motivo para conocer más a fondo muchos aspectos de la vida de la emperatriz, entre ellos su importante papel como patrocinadora de la industria textil francesa y su definitivo impulso a la Alta Costura.
Eugenia de Montijo, nacida en Granada, se casó en 1853 con el Emperador Napoleón III. Aunque su condición de extranjera puso algunas barreras entre ella y sus súbditos franceses, estos no tardaron en reconocer que fue una mujer culta y refinada, una adelantada de su época. La moda fue una de sus grandes pasiones. Su asociación y buena sintonía con el modisto Charles Frederick Worth llegaron a convertirla en un verdadero icono de la moda, una verdadera influencer histórica con unos valores personales mucho más profundos de los que se reconocen en muchas influencers actuales.
En aquellos años de finales del siglo XIX la moda cambió de aspecto. Hasta este momento existía sencillamente el oficio de costurero, pero Worth consiguió reivindicar el nombre de artistas para los antiguos artesanos y empezó a firmar sus creaciones como si fueran obras de arte. Curiosamente, el considerado fundador de la Alta Costura francesa era inglés. Con solo 20 años abrió su casa taller en la Calle de la Paix. Desde este momento su éxito fue espectacular. Tuvo pronto como clientas a reinas y miembros de la realeza pero Eugenia de Montijo fue la que apoyó su ascenso imparable y jugó un papel clave en el despegue de su carrera antes de hacerse un hueco en los armarios de otras casas reales.
Fue la esposa del embajador austriaco en Francia Pauline de Metternich, la que puso en contacto a la emperatriz y a Worth. Ella enseñó a Eugenia unos bocetos de Worth, concertaron una reunión y el modisto realizó el primer modelo para su nueva clienta: un vestido de tafetán gris que fue muy bien acogido, y así se inició la fructífera relación entre la emperatriz y el modisto. Worth tenía una gran capacidad para adaptar su vestuario a determinadas emergencias que requerían vestidos diferentes. Muchos modelos acusaban la influencia española, popularizó la mantilla de encaje, los abanicos, las faldas de volantes (llegó a crear un modelo con 105 volantes) y fue el motivo de que a Eugenia de Montijo se la llamara “la Emperatriz de la moda”.
Retrato oficial
Charles Frederick Worth
Foto familiar
EUGENIA DE MONTIJO, EMPERATRIZ DE LA MODA
Pero el gran boom de su colaboración fueron los cerca de 150 vestidos que le encargó la emperatriz a Worth para la inauguración del canal de Suez que unió la marca París con el lujo. El vestido más destacado creado para Eugenia de Montijo fue el de color verde nilo. Su forma de vestir era muy imitada dentro de lo posible porque una de las características de la moda de todas las épocas es su potencial de imitación de personajes con prestigio o popularidad. Se difundió el sombrero estilo Eugenia, inclinado sobre un ojo y con una pluma de avestruz, que Greta Garbo lució en los años 30; y el “paletot Eugenia”, un abrigo de mangas acampanadas con el cierre de un único botón en el cuello.
Eugenia de Montijo tomaba su vestuario y complementos como una de las obligaciones de su cargo y la realidad es que fueron definitivas para convertir a París en motor de la moda internacional. A pesar de todas las emergencias, crisis y demás elementos desestabilizadores la Alta Costura parisina, nunca ha renunciado a su presencia efectiva como hemos podido comprobar este año en plena pandemia: cuando habían decidido cancelar sus desfiles, se apresuraron para buscar los medios para no fallar a sus exiguas pero potentes clientas pero sobre todo a su papel de origen y glamour máximo de la moda.
La visión de la emperatriz sobre la moda se basaba sobre todo en el beneficio que representa para la economía nacional. Así lo manifestó a su amigo y biógrafo Lucien Daulet: “Me han acusado de frívola y de amar demasiado la ropa pero es absurdo, esto equivale a no darse cuenta del papel que debe desempeñar una soberana. ¡La ropa forma parte de este papel!”. Otras fuentes nos presentan también aspectos muy positivos de la emperatriz como un apoyo firme y activo de las causas sociales, sus esfuerzos por mejorar la situación de la mujer y las condiciones de los presos de las cárceles.
Eugenia de Montijo
El Duque de Alba en Liria
Con modelo gris de Worth
Traje de baile con volantes
Con chal de mantilla
Foto de Eugenia de Montijo
Con el vestido verde Nilo
Escultura en Granada
Diadema con diamantes y esmeraldas
Era también muy culta, experta en arte y el recorrido inaugurado en el palacio de Liria muestra distintas pruebas de su faceta de coleccionista de arte con obras que fueron de su propiedad entre ellas pinturas de Goya, Teniers o Sorolla y otras pinturas que procedían del palacio de las Dueñas de Sevilla y que Eugenia había donado. En la biblioteca de Liria hay varios de los 350 legajos de la Casa de Alba sobre Eugenia de Montijo que mantuvo correspondencia con buena parte de la realeza y con creadores como Dumas, George Sand y Merimée, que fue su tutor.
Y por último, una imagen muy entrañable en uno de los salones privados: una foto de Eugenia de Montijo pocos días antes de morir a los 94 años. Está con el oftalmólogo doctor Barraquer que la había operado de cataratas. La emperatriz se sentía muy feliz de poder volver a leer su Quijote de bolsillo pero no pudo ser. El 11 de julio de 1920 murió en la habitación que había ocupado en otros tiempos su hermana Paca, Duquesa de Alba, en el palacio de Liria.